La pintura al servicio de las nubes.

José Antonio Ochoa

La presente exposición versa sobre la influencia que la iconografía del pintor Caspar David Friedrich ha tenido en el cine.

Siguiendo la línea de trabajo de proyectos anteriores: Ut Pictura Kinesis, Tiempo sostenido o Mirar el Tiempo, la obra que presento en esta exposición trata dos temas principales: por un lado, la relación que existe entre el cine y la pintura, centrándose principalmente en un paisaje cinematográfico con alusiones pictóricas y por el otro, el intento de invocar, desde la pintura, el concepto romántico de lo sublime y actualizar su sentido en nuestros días. Considero relevante traer a colación el discurso sobre lo sublime en el arte contemporáneo ya que trata sobre experiencias y cuestiones fundamentales para la persona que siguen siendo significativas dentro de nuestro mundo contemporáneo. Es un discurso que más que generar respuestas, plantea preguntas. (Sobre el trato que le he dado a estos temas, adjunto algunos textos).

 A diferencia de mis proyectos anteriores, este proyecto se centra exclusivamente en la figura del romántico alemán Caspar David Friedrich y cómo su iconografía ha influido en la imagen cinematográfica. Algunas veces las alusiones de la imagen cinematográfica a la obra del pintor alemán, son claramente intencionadas; otras, sin ser buscado por el director, tienen gran relación con la iconografía del pintor. No es de mi interés dilucidar si es una mera coincidencia o no, lo que me interesa es la presencia de facto de su lenguaje plástico en el séptimo arte.

Para explicar mi proceso creativo me remitiré al texto Ut Pictura Kinesis :

Este proyecto busca llevar la pintura a convivir con otros lenguajes de representación contemporáneos -el cine en este caso-, para reclamar así la naturaleza dialéctica de la imagen con la intención de interpelar al espectador. Se busca suspender en el tiempo las imágenes cinematográficas, para poder disfrutar de ellas fuera de su movimiento, tiempo y espacio; para poder contemplarlas –a diferencia de cómo se podría contemplar el cine–en pausa y en silencio.

En mi proceso de trabajo realizo un recorte del film, descontextualizando así una imagen, actúo como si cogiera una foto de una secuencia narrativa, aquella que mi mirada decide que es “el instante decisivo”, aunque algunas veces, alejándome del concepto de Cartier-Bresson, busco ampliar el tiempo de ese instante mediante la integración de los fotogramas próximos, confiando en la capacidad de la pintura de trasmitir un sentimiento de tiempo sostenido. Me apropio pues de la imagen pregnante que necesito y sus adyacentes, cuya totalidad quiero señalar con la pintura. Porque para mí el cine ya ha construido esa imagen y toda su secuencia en la atmósfera de una pintura que se hubiera puesto en movimiento. Los fotogramas detenidos que se renuevan e intensifican al pintarlos convocan la presencia del paisaje desde la naturaleza artificiosa de la imagen fílmica. Con ello busco crear una posmoderna visión romántica del paisaje en plena efervescencia del poder de los media con la que quiero denuncia lo raquítico de la uniformización del pensamiento dominante.

El punto de partida de esta exposición son dos obras del Friedrich que se encuentran en la sala 3.06 de la Antigua Galería Nacional de Berlín (Alte Nationalgalerie): Monje frente al mar y Abadía en el robledal. Mi interés radica en la presencia de estas obras en el cine. Por ello, para esta exposición he tomado como referente los fotogramas que citan a estas obras para crear mi propia versión, buscando así ese viaje de ida y vuelta; de la pintura al cine y del cine a la pintura. Para evidenciar esto realicé las pinturas del mismo tamaño que las originales que se encuentran en la Antigua Galería Nacional de Berlín. En mi exposición estos dos cuadros serán colocados de la misma manera que se encuentran los de Friedrich.

La sala 3.06 contiene otras pinturas del romántico alemán que también han servido de inspiración. Como son El árbol solitario y Hombre y mujer contemplando la luna. Tras un trabajo de documentación fui recopilando imágenes cinematográficas que tuvieran ecos de Friedrich, para utilizarlas como referente para la pintura. Para enfatizar esta relación he titulado los cuadros con el mismo nombre de aquellos del pintor alemán a los que hacen alusión.

Hay dos obras en la exposición que no son paisajes, la primera se trata de un interior: Tardes de Mozart y Van Dyck. Este cuadro tiene cierta semejanza compositiva con el Caminante frente al mar de nubes (obra que también aparece en la exposición), presenta a un hombre de espaldas en el centro del cuadro, pero no tiene delante un paisaje, delante tiene una mujer tocando el piano y un cuadro de Van Dyk; utilizo ese paralelismo para señalar que lo sublime también se puede encontrar en el arte. La segunda es un primer plano de una mujer sosteniendo un cráneo humano. Sin ser un bodegón, veo en esa imagen un Vanitas; aunque los Vanitas son barrocos, ese recuerdo de la muerte está muy presente en la obra de Friedrich y de todo el romanticismo, por eso he decidido incluirlo en la exposición.

El título de la exposición “La pintura al servicio de las nubes” proviene del crítico victoriano John Ruskin, quien en su libro Pintores Modernos, al hablar del paisaje moderno, y haciendo referencia a los pintores románticos –especialmente a Turner– escribió: “Si un nombre general y característico fuese necesario para el arte del paisaje moderno, no se podría inventar otro mejor que Al servicio de las nubes” («If a general and characteristic name were needed for modern landscape art, none better could be invented than ‘the service of clouds’ «)